La locura en la guerra
A raíz del ataque de las FARC en el Caquetá salió el ministreto de defensa, el señorito Riverita, a decir que el ataque ”fue demencial”. Ello, desde luego, nos sirve para reflexionar un poco sobre este tópico.
Evidentemente que la guerra es la locura del ser humano. El único animal que ”guerrea” para matar es el ser humano. Y qué hay en la base de todo? La propiedad privada. Los hombres –y las mujeres desde luego- han guerreado para dominar otros pueblos, para tener esclavos, para tener o defender riquezas y, en los últimos tiempos, para decidir quién se queda con los recursos naturales y el mercado de los otros países.
La única guerra justa es la que adelanta un pueblo contra sus opresores. Que siempre la desarrollará el pueblo de acuerdo con las armas que su opresor utilize. Por ellos vemos, como ejemplo, que el heroico pueblo de Vietnam adelantó su guerra contra su invasor con armas increíbles, trampas mortales con huecos en cuyo fondo habían lanzas de bambú en el cual quedaban clavados los gringos –y antes los franceses-. O utilizaba las ”caza-bobos”… en fin. Armas sencillas, nacidas del ingenio popular.
Es claro que esas armas parecieran cosa de reir ante el sofisticado armamento utilizado por los invasores gringos. Aviones B 52, helicópteros de última generación, Napalm, ”agente naranja” y cuanto último desarrollo tenían. En Colombia, en donde los gringos se meten cada vez más en el conflicto interno, desde siempre han utilizado la aviación y los bombardeos, la guerra biológica (peste negra y demás)[1.964], etc, y en los últimos tiempos utiliza los Tucano, los helicópteros artillados, los aviones inteligentes y los aviones espías, los detectores de calor, los bombardeos con bombas de 750 libras cargadas de queroseno y poliestireno (el nuevo Napalm) y bombas comunes, armas bilógicas (hongo fusarium, leishmaniasis, etc) y químicas, además de las ”caza-bobos” producidas industrialmente.
Y con qué se les enfrentan las FARC. Con sus fusiles, con explosivos –ellos le llaman minados-, que los colocan al paso de la tropa oficial, y con los cilindros de gas rellenos de explosivos y metrallas que les produce a la tropa oficial estatal escalofríos cuando los sienten en el aire (al principio no tan perfectos, pero hemos tenido información de que cada día adquieren más puntería), ah, y también con ”caza-bobos” producidas artesanalmente.
La desproporción es evidente. Quién es más loco entonces? El que usa armamento moderno, armas sofisticadas para matar y agredir al pueblo, o el que usa armas artesanales para defenderse? Quién es más loco: el que gasta 25 millones de dólares diarios en la guerra para agredir al pueblo que se resiste a ser superexplotado, o el que gasta lo poco que tiene para defender su vida?
Si a lo anterior le agregamos que las fuerzas militares estatales colombianas tienen un pié de fuerza de casi 500.000 unidades, las cuales actúan contra unas FARC que el propio comandante de las fuerzas estatales, almirante Édgar Cely, calcula en 18.000 guerrilleros, pues la desproporción es total.
Qué pasa entonces que las fuerzas militares estatales no son capaces de vencer a las FARC? Porque tienen todas las ventajas para hacerlo, o no? Qué pasa que el señorito ministreto de defensa sale a decir ”al borde de un ataque de nervios” que las FARC son ”demenciales”. Quién es el loco, el que agrede a un pueblo para vivir ellos bien en Bogotá, o el que se defiende de ese ataque para salvar su vida e impedir que lo sojuzguen?
Y será que los 18.000 guerrilleros –son más con seguridad- son ”locos” que tienen los arrestos suficientes para enfrentarse a tan tremenda maquina de guerra estatal que cuenta con el apoyo de los gringos, además? No. No son locos. Son luchadores populares. Son guerrilleros. Son de las FARC. Y eso del número de uniformados estatales y sus armas sofisticadas y de última generación son ”compensadas” con una alta moral combativa, con una entrega total por su pueblo, con la internalización de sus sufrimientos y la satisfacción de sus necesidades.
Razón tenía El Libertador Simón Bolívar cuando planteó: ”En el orden de las viscisitudes humanas no es siempre la mayoría de la masa física la que decide, sino que es la superioridad de la fuerza moral la que inclina hacia sí la balanza política”.
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