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Venezuela, Colombia y Ecuador. Realidades diferentes

lunes, 09 de junio de 2008
Tres países nacidos de un origen común. La Gran Colombia. Pero los tres viven hoy tres diferentes realidades. Análisis concreto de la situación concreta.

Por Allende La Paz , ANNCOL


En los tiempos del Libertador Simón Bolívar fueron Venezuela, Colombia y Ecuador una sola patria, la Gran Colombia. Patria que sería la base del sueño del Libertador, la Patria Grande. Pero los santanderistas -de Venezuela, Colombia y Ecuador- despedazaron en tres ese sueño integracionista de Bolívar que quería unir lo que las ‘oligarquías’ nacientes querían desunir para detentar el poder en pequeñas parcelas y villorios. Eran mentes que habían nacido esclavas pretendiendo ser libres y oligarcas.

Y para poder adelantar su plan necesitaban ‘desaparecer’ físicamente –e ideológicamente, políticamente-, al Libertador y sus partidarios. Según nos cuenta A. Rumuazo González “los jefes españoles al saberse impotentes, durante la guerra, acudieron al expediente de la eliminación de sus jefes enemigos más de una vez. Fracasaron siempre. Morillo llegó a mandar a Jamaica un emisario especial, con ese lúgubre encargo; y a tal punto subió el desarrollo del plan, que el negro sirviente de Bolívar descargó su puñal y mató al señor Amestoy, proveedor del ejército revolucionario, convencido este negro, de nombre Pío, de que asesinaba al Libertador”. Conocido es durante la ‘noche septembrina’ del intento asesinato del Libertador en Bogotá, que nos ha registrado la historia con lujo de detalles.

Igualmente, Antonio José de Sucre sufrió las intentonas de asesinarlo. La primera al “llegar el mariscal a Oruro, procedente de la Paz” en donde se iba a atentar con la utilización de un veneno, la cual abortó por la fidelidad de quienes rodeaban a Sucre. Un segundo intento fue producto de una mente enfebrecida y enferma, de “un comandante, Valentín Morales, atolondrado y de genio impetuoso…”, a quien Sucre indulta y hasta le regala doscientos pesos para que viaje al exilio.

La suerte de estos dos personajes está irremediablemente unida. Sucre es finalmente asesinado por los santanderistas en el crimen de Berruecos, al igual que el Libertador Simón Bolívar parece muere víctima de un envenenamiento hasta dar su último aliento en Santa Marta.

La suerte de nuestros países es decidida entre unas ‘oligarquías’ lacayas y un naciente imperio que ayer al igual que hoy está sediento de poder y riquezas. La Gran Colombia fue desmembrada en tres países: Venezuela, Colombia y Ecuador. Que en 1903 desmembrarían aún más a Colombia y le arrebatarían Panamá. Todo es válido para los que están en el poder.

Nuestros países siguen diferentes caminos. Venezuela vive su historia republicana hasta el siglo 20. Colombia no podemos decir que haya alcanzado nunca la paz realmente. En el siglo 19 hubo muchas guerras civiles, de las cuales es un excelso conocedor el Dr. Alberto Pinzón Sánchez. A mediados del siglo 20 se desata una impresionante persecución para los colombianos que no se homogenizan al pensamiento imperante, según otros investigadores colombianos, y arranca la más larga noche de nuestra vida. Ecuador sigue su vida y una minoría ‘blanca’ maneja el estado por encima de una mayoría ‘indígena’.

Hoy día los tres países de la Gran Colombia tienen realidades diferentes, y por tanto el análisis de esas realidades debe partir de lo que Marx resumía en la frase “análisis concreto de la situación concreta”. Los países de la Gran Colombia a pesar de tener en común su origen bolivariano, han tenido dinámicas de desarrollo diferentes que es necesario tener muy en cuenta al momento de abordar esas realidades.

Venezuela que vivió en cierta época el nacimiento de una guerrilla –cuyos aciertos o desaciertos escapan al interés del presente artículo- que fue derrotada por el estado burgués, sigue un curso diferente al modelo neoliberal adoptado y aplicado por la oligarquía criolla y con el movimiento liderado por Hugo Chávez hoy vive una época que podríamos calificar de desarrollo de la ‘democracia’, de profundización de la democracia participativa, más no un sistema de gobierno ‘socialista’ típico o una revolución típica. Evidentemente es un proceso lleno de incertidumbres y contradicciones, agravados por la injerencia de la mano del imperio de Estados Unidos, el cual obliga a realizar acciones de defensa de la llamada Revolución Bolivariana.

Ecuador igualmente siguió su vida republicana y en el día de hoy vemos un movimiento indígena fuerte, cohesionado, que lucha denodadamente por profundizar cambios democráticos en su país, y ha sido seguidamente traicionado por las castas que se apoderan del poder. Hasta llegar a Rafael Correa que ha demostrado saber interpretar el querer y sentir y necesidades de las mayorías de su país.

Estos dos países, para bien o para mal, han contado con unas oligarquías que, más o menos, permitían las manifestaciones ‘democráticas’ de sus pueblos. El desarrollo acelerado de la concientización de las masas venezolanas es un factor de desequilibrio hacia el fortalecimiento de la opción revolucionaria. En Ecuador el proceso organizacional de las mayorías indígenas es un proceso de concientización y unión un poco más lento, pero igualmente efectivo.

En Colombia la situación es totalmente diferente. La oligarquía colombiana es la más sanguinaria de toda Latinoamérica. El desangre a que ha sometido al pueblo colombiano ha sido atroz y aplicado consuetudinaria y premeditadamente. El sistemático asesinato de los dirigentes políticos de izquierda y oposición, de sindicalistas, de campesinos e indígenas, de mujeres, etc, produjo el terror en las masas rurales y urbanas colombianas. Sumado a la injerencia nefasta de los Estados Unidos, que con sus Planes militares ha inclinado la balanza hacia una forma de ejercicio del poder mediante el uso de la violencia. Los planes militares más grandes que ha conocido la historia latinoamericana están resumidos en los Planes LASO, COLOMBIA, PATRIOTA, CONSOLIDACIÓN, con inversión de millones de dólares que han convertido a Colombia en el primer país captador en latinoamérica de la ‘ayuda’ militar estadounidense.

Sumando a lo anterior el poder corruptor del narcotráfico, adoptado y desarrollado por sectores oligárquicos, permitió adelantar una guerra contrainsurgente sin mostrar la cara, es decir, la llamada ‘guerra sucia’ adelantada por la oligarquía a través de las bandas de narco-paramilitares, apoyadas decididamente por el imperio.

Pero el pueblo colombiano es de una valentía a toda prueba. A pesar del terror generalizado ha continuado su lucha. A pesar de todos los planes militares se ha alzado también en armas, aplicando el principio de los fundadores del marxismo: Violencia revolucionaria para enfrentar la violencia reaccionaria del sistema. Nacieron las guerrillas como respuesta de los campesinos a la violencia estatal, pero con el nacimiento de la Unión Patriótica –experimento de las FARC para volver a la lucha política-, se produce el genocidio de ésta en demostración que el Estado oligárquico y el imperio estadounidense no permitirán que se abran las amplias alamedas de la democratización de la vida nacional.

Máxime cuando la oligarquía lleva al solio presidencial a un caracterizado exponente de la mafia colombiana, perteneciente al Cartel de Medellín. Si con los gobiernos anteriores se vivía el más completo horror, en este gobierno se suma la pérdida de todos los valores morales y principios éticos en favor de la entrega de la poca soberanía nacional al apetito de los gringos. Se convierte Colombia –gustosamente- en la ‘punta de lanza’ contra los gobiernos progresistas y revolucionarios de Suramérica, ya no solamente en ‘el terror de los colombianos’.

El régimen narco-paramilitar colombiano ha corrompido todos los valores morales. No solamente a los hombres. La mujer es instrumentalizada para ser la ‘mejor enemiga’. Surgen no ya las ‘apoyadoras’ del extermino narco-paramilitar desde la tranquilidad de sus hogares, sino que desarrollan las mujeres propagandistas del narco-paramilitarismo. Las Eleanora Pineda, las Rocío Arias, la Gina Parody, etc, se convierten en adalides de hoy que apoyan desvergonzadamente el proyecto narco-paramilitar, como ayer algunas mujeres hacían ‘política’ apoyando los planes de exterminio desarrollados desde el estado, y botando sus alzas de ‘impuestos para la guerra’ en el parlamento, partiendo de la necesidad de hacer la guerra a la ‘subversión’, ‘terrorismo’ o ‘narcoterrorismo’.

En tanto el pueblo colombiano e inscrito en él la insurgencia armada, siempre y por siempre ha enarbolado la bandera de la Paz y la necesidad de una salida política al conflicto interno social y armado. Es el régimen narco-paramilitar quien no desea la paz. Es más, la detesta. Y en esto de la Paz no es como en un baile, que tú puedes bailar solo. Porque si insistes en bailar solo, te vuelven picadillo –como ya ha sido demostrado fehacientemente-, y ‘nuestros muertos de ayer y de ahora no tendrán paz en sus tumbas’.

Quisiera el pueblo colombiano –yo como parte de él- que las cosas fueran de otro tenor. Pero desgraciadamente los enemigos del pueblo no dejan mucho de dónde escoger. Quisiéramos una forma menos dolorosa para nuestro pueblo. Quisiéramos que hubiera una forma menos ‘radical’, pero ésta no se ve en el horizonte. Por ello les invito a recordar la máxima del Libertador Simón Bolívar:

«Mi espada desconocerá su funda,
mientras dure el oprobio y la injusticia que sojuzga a mi pueblo
»

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